Numerosas investigaciones han demostrado que sufrir una experiencia
traumática aumenta el riesgo de padecer secuelas incluso años después
del suceso. Se trata de episodios de alto impacto, que hacen saltar por
los aires la vida de quien los experimenta.
Pero, ¿qué pasa con los 'golpes' que no se consideran excepcionales?
¿cuál es el efecto de los problemas, conflictos y cambios que marcan lo
que se puede llamar una vida normal? Una investigación ha tratado de
arrojar un poco más de luz sobre estos factores de estrés psicosocial y
sus consecuencias para la salud neurológica.
Sus datos, como de costumbre, advierten de los riesgos de vivir
rodeado de quebraderos de cabeza, sobre todo en la mediana edad.
"Nuestro estudio muestra que factores comunes de estrés psicosocial
pueden tener consecuencias severas y prolongadas tanto de tipo
fisiológico como de tipo psicológico", señalan los autores de esta
investigación que acaba de publicar la revista 'BMJ Open'. Sus
conclusiones, de hecho, ponen sobre la mesa una estrecha relación entre
el número de estresores que sufre una persona en la mitad de su vida y
sus posibilidades de sufrir demencia décadas después.
Para llegar a estos resultados, estos científicos liderados por Lena
Johansson, de la Unidad de Epidemiología Neuropsiquiátrica de la
Universidad de Gotemburgo (Suecia), realizó un seguimiento a 800 mujeres suecas nacidas entre 1914 y 1930 durante un periodo de aproximadamente 40 años.
Las participantes, que se enrolaron en un ensayo sobre la evolución
de su salud en 1968, se sometieron a distintos exámenes y test
neuropsiquiátricos periódicamente a lo largo de su vida (en 1974, 1980,
1992, 2000 y 2005). En cada visita, aparte de las pruebas habituales,
cada participante debía relatar si sufría síntomas relacionados con el
estrés, como irritabilidad, miedos frecuentes o problemas de sueño.
Además, en su primer encuentro con los investigadores, a estas mujeres se les preguntó sobre cómo les afectaban 19 factores estresantes comunes,
como haberse divorcionado, haberse quedado viuda, tener algún familiar
con enfermedades mentales, sufrir problemas en el trabajo, o necesitar
ayuda social del estado.
Según los datos del trabajo, un 25% de la muestra reconoció
experimentar uno de esos factores estresantes en su vida, mientras que
el porcentaje de quienes tenían más de cuatro quebraderos de cabeza
importantes en sus vidas ascendía al 16%. El problema más frecuente
citado por las mujeres fue tener un pariente cercano aquejado de un
trastorno psiquiátrico.
A lo largo de toda la investigación, un 19% de la muestra (unas 153 mujeres) desarrollaron demencia
(104 de ellas fueron diagnosticadas de Alzheimer). Lo primero que
observaron los investigadores al cruzar estos datos es que el número de
factores de estrés declarados por las mujeres en 1968 se asociaba con un
mayor riesgo de padecer demencia y especialmente Alzheimer. Esta
relación, subrayan, era independiente de otros factores determinantes.
En sus conclusiones, estos científicos reconocen que "son necesarios
más estudios que confirmen estos resultados" e indaguen si es necesario
poner en marcha iniciativas para manejar el estreés en determinados
pacientes para preservar su salud.
Sin embargo, adelantan que hay varias explicaciones que podrían refrendar su hipótesis.
Según su punto de vista, el estrés podría causar una cascada de
reacciones fisiológicas en el sistema nervioso central, el sistema
endocrino, el sistema inmune y el sistema cardiovascular que, de forma
conjunta, afectarían al funcionamiento del cerebro y, en consecuencia,
aumentarían las posibilidades de desarrollar demencia.
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