
El investigador español explica que el trabajo es muy interesante
porque cambia por completo la cuantificación que se hacía hasta ahora
del reservorio, "basada en trabajos muy antiguos". Se creía que había un
virus latente por cada 1.000 CD4, es decir que el reservorio del VIH
era, en realidad, "muy pequeño" (en el organismo hay alrededor de 10¹³
CD4). "Se sabía que había muchas más células, pero se creía que el resto no eran capaces de replicar, eran lo que se conocía como virus defectivo".
Lo que han hecho Siliciano y su equipo es cuantificar con diversos
métodos cuánto ADN del virus había en 213 muestras de pacientes
seropositivos que recibían tratamiento antirretroviral. Y es ahí donde
vino la sorpresa. En lugar de la célula por cada mil que se pensaba
infectada y latente, había 60 más, capaces de replicarse. Según Alcamí,
era algo que se sospechaba, porque era extraño un reservorio tan pequeño
"en un virus tan bien adaptado".
Así, el estudio deja dos grandes mensajes. El
primero, que hay "60 veces más" de "virus malos" de los que se pensaba.
El segundo es más complejo y tiene implicaciones importantes en las
estrategias actuales en la lucha contra el sida. Porque aunque el autor
ha descubierto esos 60 enemigos extra, no ha conseguido aislarlos, "por
motivos que no logra definir", según Alcamí.
Precisamente una de las vías que la ciencia evaluaba para acabar con el virus del sida era aplicar estrategias de reactivación.
La teoría decía que, una vez 'despertados' podrían ser atacados por los
fármacos antirretrovirales. Pero lo que el trabajo de 'Cell' demuestra
que es que no todos se van a despertar y que si se activa el reservorio,
uno dará la cara pero quedarán "59 bombas de relojería escondidas",
como añade el experto español.
"Aunque la cura de la infección por el VIH se puede conseguir en
situaciones especiales, la eliminación del reservorio latente es un
problema de primer orden y no está claro cuánto tiempo llevará encontrar
la forma de conseguirlo", escribe Siliciano.
"El estudio supone un 'palo' para las nuevas estrategias de
erradicación", reconoce Alcamí que apunta, además, a que el trabajo
podría implicar que se "reservara la investigación en vacunas
preventivas" y se pusiera más el foco en las terapéuticas.

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